El vampiro




En el regazo de la tarde triste
Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
Hasta la voz, tus párpados de cera,

Bajaron... y callaste... y pareciste
Oír pasar la Muerte... Yo que abriera
Tu herida mordí en ella —¿me sentiste?—
Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
Tu corazón herido mortalmente,
Por la cruel daga rara y exquisita
De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.

***

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?...
¿Soy flor o estirpe de una especie obscura
Que come llagas y que bebe el llanto?

Delmira Agustini (1886–1914), de Cantos de la mañana (1910)

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