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Retrato de Mijaíl Lérmontov (1837), Petr Zabolotskiy |
Cuánto te aprecio, mi puñal damasquinado,
compañero luminoso y frío. Para la venganza
te forjó el pensativo georgiano. Para la cruenta
batalla te afiló el libre circasiano.
Una mano lila a mí te dio como recuerdo
en el momento de la despedida. Y de tu filo
por primera vez no chorreó sangre, solo
una luminosa lágrima, perla de dolor.
Y los ojos negros, fijos en mí,
llenos de una pena secreta,
como tu acero ante el fuego palpitante,
tan pronto brillaban como se oscurecían.
Te entregaron a mí como compañero, muda
prenda de amor, y no fue vano tu ejemplo al peregrino:
sí, nunca cambiaré y no menos firme que tú
será mi corazón, mi amigo de acero.
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