Ofrenda lírica (fragmento)




4

Quiero tener mi cuerpo siempre puro, vida de mi vida, que has dejado tu huella viva sobre mí. Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía, pues tú eres la verdad que ha encendido la luz de la razón en mi frente. Voy a guardar mi corazón de todo mal, y a tener siempre mi amor en flor, pues que tú estás sentado en el sagrario más íntimo de mi alma. Y será mi afán revelarte a mis acciones, pues que sé que tú eres la raíz que fortalece mi trabajo. 

5


Sé induljente conmigo un momento, y déjame sentarme a tu lado, que luego terminaré lo que estoy haciendo. Mi corazón, si no te ve, no tiene sosiego, y mi trabajo es como un afán infinito en un fatigoso mar sin playas. El verano ha venido hoy a mi ventana, zumbando y suspirando, y han venido las abejas, trovadores en la corte del bosque florecido. Es el tiempo de sentarse quieto frente a ti, el tiempo de cantarte, en un ocio mudo y rebosante, la ofrenda de mi vida.

6

Anda, no esperes más; coje esta florecilla, no se mustie y se deshoje. Quizás no tengas sitio para ella en tu guirnalda; pero hónrala, lastimándola con tu mano, y arráncala, no sea que se acabe el día sin que yo me dé cuenta, y se pase el tiempo de la ofrenda. Aunque su color sea tan pobre, y tan poco su olor, ¡anda, ten esta flor para ti, arráncala ahora que es tiempo!

7

Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión, y su campanilleo ahogaría nuestros suspiros. Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante tí, Señor, poeta mío. Aquí me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo hacer recta mi vida, y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música. 

Rabindranath Tagore (1861–1941), de Gitánjali (1910, tr. Zenobia Camprubí)

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