Los dichos de Hár (fragmentos)

Portada de uno de los manuscritos de Edda en prosa, s. XVIII



6

De su sabiduría
no hay que jactarse,
los juicios hay que cuidar,
el que es sabio y reservado
regresará a su casa,
desgracia no alcanza al sabio;
nunca encuentra el hombre
amigo más fiel
que una gran inteligencia.
 
9

Es siempre feliz
quien por sí mismo tiene
alabanza y saber en su vida;
porque mal consejo
se recibe a menudo
del pecho de otros.

10

No hay carga mejor,
para el que viaja,
que una gran inteligencia;
es la mejor riqueza,
parece, en tierra extraña,
de la miseria protege.

16

Un hombre apocado
cree que vivirá siempre
si evita el combate;
pero la vejez
no le dará tregua
aunque el dardo no le alcance.

29

Dice estupideces
el que nunca calla,
y necias palabras;
la lengua desatada,
si no se refrena,
suele hablar contra sí.

35

Hay que marcharse,
no ha de estar el huésped
siempre en un lugar;
lo dulce se hace odioso
si se sienta largo tiempo
en los escaños de otro.

50

Se pudre el pino joven,
que en el páramo se alza,
corteza y hojas le faltan;
así es el hombre
que a nadie ama,
¿para qué seguir viviendo?

56

Sabio a medias
ha de ser cada uno,
nunca sabio en exceso;
pues el alma del sabio
rara vez está alegre
si es sabio en demasía.

57

La antorcha de antorcha
arde hasta quemarse,
la llama prende en la llama;
el hombre al hombre
conoce por sus palabras,
por sus simplezas al simple.

64

De su poder
cada hombre sagaz
use con templanza;
se descubre,
al ir con los sabios,
que nadie es el mejor.

77

Muere la riqueza,
mueren los parientes,
igual morirás tú;
sólo una cosa
sé, que nunca muere:
el juicio sobre cada muerto.

79

A un hombre ignorante,
si llega a conseguir
riqueza, o placer con una dama,
le crece su arrogancia,
mas nunca su saber,
le aumenta aún su necedad.

Anónimo (s. XIII), de Antología de la literatura nórdica antigua (2002, tr. Enrique Bernárdez)

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