¡Afuera, consejos vanos!,
que despertáis mi dolor.
No me toquen vuestras manos,
que en los consejos de amor,
los que matan son los sanos.
Que yo por ser cuyo soy
adoro mis propios daños,
pues adonde estáis no voy,
no vengáis adonde estoy:
¡quitáos allá, desengaños!
Glosa
Amor, pues mil mudamientos
soléis hazer entre humanos,
por los varios pensamientos
os dizen mis sentimientos:
“¡Afuera, consejos vanos!”.
soléis hazer entre humanos,
por los varios pensamientos
os dizen mis sentimientos:
“¡Afuera, consejos vanos!”.
Yo, por seros tan rendido,
firme y leal amador,
me tenéis tan mal herido
de vuestro fuego encendido
que despertáis mi dolor.
Y de verme cada hora
tormentos tan inhumanos,
peno muriendo agora,
muy más quando, mi señora,
no me tocan vuestras manos.
Entretengo yo mi vida
ansí de mal en peor,
y por ser más consumida
en vos está más unida
que en los consejos de amor.
Imagina mi memoria
por selvas, montes y llanos,
consejos que nos dan gloria
y dan palma de vitoria,
los que matan son los sanos.
Hállome tan sepultado
do quiera que yo estoy,
que me tenéis ya olvidado
y otro pastor más amado
que yo por ser cuyo soy.
Tal que por firme querer
passo yo mis tristes años,
que de verme padescer,
por más presto fenescer,
adoro mis propios daños.
Mas por no daros pesar,
aunque importuno soy,
quiero sufrir y callar
el mal que me hazéis passar,
pues adonde estáis no voy.
En pena tan desigual
mis tormentos son estraños,
que del dolor tan mortal
lloro cantando mi mal:
¡quitáos allá, desengaños!
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